Terrorismo. Terrorismo y tiradores activos (II): los lobos solitarios. Decíamos en un anterior artículo que el “lobo solitario” es la categoría en la que interactúan filiación ideológica y canalización del resentimiento, propia de otro de los perfiles que con frecuencia protagonizan incidentes de tiradores activos.
Índice de contenidos
- 1 Terrorismo y tiradores activos (II): los lobos solitarios
- 1.1 Los lobos solitarios: con frecuencia protagonizan incidentes de tiradores activos
- 1.2 1.- La construcción ideológica del lobo solitario: la adhesión a la causa.
- 1.3 2.- Cambios de paradigma en el proceso de radicalización.
- 1.4 3.- Terrorismo y tiradores activos (II): los lobos solitarios y consecuencias operativas
- 2 Lee otro artículo de Espacio Armas sobre conciencia situacional en situaciones de riesgo (terrorismo sobre todo):
Terrorismo y tiradores activos (II): los lobos solitarios
Los lobos solitarios: con frecuencia protagonizan incidentes de tiradores activos
Decíamos en un anterior artículo que el “lobo solitario” es la categoría en la que interactúan filiación ideológica y canalización del resentimiento, propia de otro de los perfiles que con frecuencia protagonizan incidentes de tiradores activos.
En este sentido, el resentimiento como construcción individual, asume las vestiduras de una causa política cuyas dimensiones superan la propia personalidad, para adoptar una postura de “auto-sacrificio” en pro de una causa mayor.
Así, esta causa política ha ido desde la lucha contra el odio racial, como en el caso de Mark J. Essex, francotirador de Nueva Orleans (1973) o Anders Breivik en el atentado de Oslo (2011), al terrorismo yihadista que tiene su objetivo político en la creación del califato global.
1.- La construcción ideológica del lobo solitario: la adhesión a la causa.
El lobo solitario plantea varias preguntas de carácter ideológico, estructural y operativo. La primera que debemos dilucidar es si realmente esta figura actúa en solitario. La respuesta que debemos dar es que sí, puesto que de lo contrario no hablaríamos de un lobo solitario, sino de un miembro operativo dentro de una célula –unidad operativa menor dentro de un grupo insurgente, sea terrorista o no.
Sin embargo, esta respuesta nos lleva de vuelta al aspecto psicosocial del individuo y al proceso de radicalización que le lleva a convertirse en la figura del lobo solitario a través de la asunción de la mencionada causa política, adoptada como vehículo de canalización del resentimiento percibido contra la sociedad o contra un sector de la misma.
Así, un mecanismo de asunción de agravios construidos sería lo que se conoce en psicología y sociología como “reciprocidad fuerte”, en la que un individuo hace suyos los agravios sufridos por un grupo con el que se identifica como si él mismo hubiese sido también víctima, y encontrando así legitimidad para buscar el castigo de los agresores. Así, el individuo pasa –de forma construida- a convertirse tanto en agraviado como en adalid de la causa que pretende vengar.
Pero, ¿qué es la causa? Para resolver esta pregunta debemos pasar del individuo al grupo en términos ideológicos. En otras palabras, debemos interpretar la causa como el elemento cohesionador de ese grupo –más o menos difuso- del que el individuo que va a convertirse en un lobo solitario será adalid.
La causa común como elemento cohesionador genera identificación grupal, hacer propios tanto los agravios y el resentimiento como la seguridad y bienestar de otros individuos a los que consideramos parte de nuestro colectivo socialmente construido –es decir, territorial, racial, religioso, cultural, de edad, de género, etcétera. La respuesta dada ante las injusticias cometidas contra el grupo que se percibe como propio es la identificación negativa frente al grupo que la perpetra, que se manifiesta en forma de conflicto, y éste a su vez en forma de actuación en mayor o menor grado violenta.
Así, Mark Essex, tras sufrir abusos raciales en la Armada estadounidense en los años 70 adoptó la causa de los Black Panthers, más que la membresía al movimiento, Timothy McVeigh puso un camión bomba en el Edificio Murrah de Oklahoma en su adhesión a la ideología supremacista blanca en 1997, y Anders Breivik combinó en 2011 un atentado bomba en el centro de Oslo con un tiroteo contra una convención de jóvenes en la isla de Utoya, justificada en la causa supremacista blanca y anti-islamista europea.
De estos tres mediáticos casos tan solo el primero autor fue víctima de abusos o discriminación real. Sin embargo, la radicalización ideológica se produce tanto basada en hechos demostrables como en una construcción que el individuo realiza en torno a variables tanto psicológicas como contextuales que conducen a la ya mencionada adhesión a la causa, que en cuanto adquiere un elemento político de lucha armada contra un poder establecido pasa a convertirse –por definición- en un movimiento insurgente, sea o no de carácter terrorista.
2.- Cambios de paradigma en el proceso de radicalización.
Los procesos de radicalización no son elementos nuevos. Ya Kropotkin a finales del siglo XIX acuñó el término de “propaganda por los hechos”, base del terrorismo anarquista ruso, y en la que el acto de violencia se concebía como un elemento movilizador de nuevos activistas.
A ello se unía la propaganda clásica basada en literatura escrita, panfletos y circulares transmitidas de mano en mano y de forma clandestina. Sin embargo, la variable que constituye el cambio de paradigma no es tanto el uso de propaganda, sino el medio de transmisión: internet. La nueva plataforma permite la transmisión de ingentes cantidades de datos casi en tiempo real a nivel prácticamente global.
La cotidianidad de la era digital ha constituido, sin embargo, una revolución en las estructuras organizativas de actores no-estatales que van de la empresa privada a los grupos insurgentes o terroristas, en lo que John Arquilla definió a finales de los noventa como “networks” o estructuras en red.
La principal característica del nuevo modelo organizativo es que la información fluye de forma descentralizada dentro de las organizaciones, dejando obsoletas –y ello es de especial relevancia a la hora de entender la nueva cara del terrorismo contemporáneo, y concretamente la figura del lobo solitario- las clásicas estructuras jerárquicas.
Esta fluidez en el intercambio de datos ha modificado, así, divisiones tales como cúpulas de liderazgo, brazos operativos, logísticos, o de inteligencia, generando una estructura difusa, basada en las células y extensiones territoriales de la organización, con altas dosis de independencia respecto al núcleo central de la estructura, cuya principal función queda circunscrita a la guía ideológica del movimiento, entendiendo esta guía como el conjunto de fundamentos estratégicos, operativos, tácticos y logísticos que dotan de un sentido común a la organización. En otras palabras, la dotan de una causa común.
Así, los grupos terroristas de los años sesenta y setenta que movilizaban a sus masas con publicaciones tales como la obra de Franz Fanon sobre la liberación nacional a través del uso de la violencia, o el “Minimanual de guerrilla urbana” de Carlos Marighella, que circulaban de mano en mano de forma clandestina, han dado paso a la difusión de contenidos que van de las ideologías de diversa índole –del supremacismo ario de Breivik al jihadismo de Abdullah Azzam- a cuestiones tácticas tales como el entrenamiento clandestino y manejo de un AK-47 o la fabricación de artefactos explosivos improvisados caseros, como muestra el conocido ejemplo de “Cómo fabricar una bomba en la cocina de tu madre”, publicado en el primer número de la revista Inspire, de al-Qaeda (2010).
Y la paradoja es que los individuos deseosos de adoptar la causa que estos contenidos preconizan ya ni siquiera precisan establecer contacto físico con otros miembros de la organización, pues ésta, a través del anonimato que la era digital proporciona, les facilita los mecanismos de adhesión y el know-how necesario como para desarrollar un rol activo dentro de la estructura difusa en red.
3.- Terrorismo y tiradores activos (II): los lobos solitarios y consecuencias operativas
¿Cómo se traslada este nuevo sistema de comunicación interna a nivel organizativo a la figura operativa del “lobo solitario”? El modelo teórico más útil lo refleja el concepto de “leaderless resistance” (resistencia sin líder), acuñado por los mencionados grupos supremacistas y de extrema derecha estadounidenses y que paradójicamente ha sido readaptado por teóricos de otros movimientos totalmente divergentes, como es el caso de Mustafa Setmarian (Abu Musa al-Sury), uno de los principales teóricos de la estrategia militar de al-Qaeda.
Pese a que la noción aparece en los años sesenta, en su conceptualización contemporánea la resistencia sin líder nace de la conciencia del movimiento insurgente o terrorista de su situación de asimetría –y debilidad- respecto al contendiente.
La respuesta dada es, considerando las dificultades logísticas para mantener económicamente y en la clandestinidad una estructura jerárquica, la movilización ideológica de individuos (lobos solitarios) o células de reducido tamaño y alto grado de cohesión, que lleven a cabo actos de violencia de forma independiente a la organización en términos operativos y logísticos.
La clave, según Louis Beam, uno de los principales teóricos de esta doctrina operativa, radica en que los lobos solitarios son los responsables últimos de conocer tanto las directrices estratégicas, operativas y tácticas de la organización, como de adquirir los conocimientos y entrenamiento necesario para llevarlas a cabo, de modo que el intercambio de información dentro de la estructura organizativa sea innecesario.
Y esta clave, como veíamos en el punto anterior, ha sido posibilitada precisamente por la plataforma que constituye Internet. De este modo individuos autorradicalizados que adoptan la causa de uno de estos movimientos de carácter insurgente y/o terrorista, encuentran no solo un sustrato ideológico en que fundamentar sus acciones, sino las orientaciones en términos de selección de objetivos y los conocimientos técnicos básicos sobre los que desarrollar sus capacidades operativas.
Es en este contexto donde encontramos a Mark Essex disparando con un rifle de francotirador sobre la policía de Nueva Orleans en 1973, a Anders Breivik fabricando un artefacto explosivo improvisado con el que atentar en Oslo para después abrir fuego con una Glock sobre una multitud de jóvenes en la isla de Utoya en 2011, o al matrimonio de Sayd Rizwan Farook y su esposa Tafsheen abrir fuego sobre un evento del departamento de salud en San Bernardino, California, en 2015.
La existencia de la figura del lobo solitario conlleva dos ventajas para la organización insurgente: primera, la práctica imposibilidad de que los servicios de seguridad prevengan el ataque, al ser organizado a nivel individual, por lo que no existen comunicaciones que salgan de esta “célula individual” que es el lobo solitario, y segunda, seguridad para la organización frente a infiltraciones, puesto que el perpetrador carece de vínculos distintos de la ideología con la estructura.

Lee otro artículo de Espacio Armas sobre conciencia situacional en situaciones de riesgo (terrorismo sobre todo):
Autores: David Crevillén y Beatriz Gutiérrez